Parece evidente para todos que el amor aporta a la persona que lo recibe una gran autoestima y seguridad en sí misma. Los padres, madres y educadores/as también disfrutamos de los momentos en que compartimos amor. Además de esto, el amor es un gran estímulo para nuestro desarrollo neuronal y, como consecuencia, cognitivo.

En esta entrada de blog quiero compartir el programa de Ser Emocional del día 6/05/14, donde, con Alberto Suárez, tratamos el tema de cómo el amor nos ayuda a crecer.

Parece evidente para todos que el amor aporta a la persona que lo recibe una gran autoestima y seguridad en sí misma. Los padres, madres y educadores/as también disfrutamos de los momentos en que compartimos amor. Además de esto, el amor es un gran estímulo para nuestro desarrollo neuronal y, como consecuencia, cognitivo.

La neuróloga Rosa M.ª Fernández García, en su libro Entre hipocampos y neurogénesis. ¿Por eso le cuesta tanto aprender a mi hijo? (2013), explica su experiencia como madre adoptiva, corroborando con pruebas neurológicas las sospechas de que la falta de estímulos amorosos en la temprana edad de sus hijos, por encontrarse en un orfanato, tiene como consecuencia que tienen el hipocampo más pequeño que otras personas que no pasaron un tiempo institucionalizadas y recibieron más estímulos amorosos. El hipocampo es una estructura cerebral esencial en el aprendizaje, la memoria y la respuesta emocional ante el estrés.

Los estímulos amorosos (contacto físico cuidadoso, caricias, besos, abrazos, alabanzas, etc.) ayudan a que nuestro cerebro, inmaduro al nacer, produzca más conexiones entre las neuronas. Por contra, estímulos estresantes provocan la aparición del cortisol en los espacios intersinápticos, el cual provoca desconexión entre las neuronas y muerte neuronal.

Si durante el periodo de tiempo que nuestro cerebro va madurando y creciendo —que dura hasta los 21 años aproximadamente— predominan los estímulos amorosos, conseguimos construir una tupida red de conexiones neuronales, con la cual es más fácil encontrar soluciones a las dificultades diarias, es decir, sería como ir mejorando el procesador de nuestro ordenador central y aumentando la capacidad de memoria obteniendo mayor velocidad de ejecución. Por el contrario, si lo que domina este periodo son los estímulos estresantes, el proceso que sigue nuestro cerebro es el contrario y se produce una desconexión neuronal que dificulta la toma de decisiones y solución de problemas. Rosa M.ª aporta, en su libro, numerosos estudios que así lo corroboran.

Todo esto viene a apoyar la conveniencia de ejercer una parentalidad/marentalidad y educación positivas, donde el maltrato no tenga cabida.  El maltrato es una manera de ejercer el control sobre la persona que lo recibe. La parentalidad/marentalidad positiva es una manera de relacionarse padres e hijos donde el respeto es la base fundamental, el contacto amoroso es esencial y aporta la energía necesaria para un buen desarrollo físico y mental. La confianza que existe en esta relación no precisa del control, sino más bien al contrario, aporta la libertad y confianza necesarias para que nuestros hijos crezcan con un espíritu libre y crítico, que no depende de nada ni de nadie, y que se vinculen y comprometan con las personas que realmente les interesan. Este encuentro respetuoso entre las personas es el auténtico camino a la felicidad.