Sabemos que en cualquier actividad humana en donde tengamos que encontrarnos con otra persona, la posibilidad de que existan conflictos es casi segura. Grupos de trabajo, amigos, sociedades, ONG’s, clubs, parejas, familias…, ninguna de nuestras actividades sociales está exenta del confiicto.

 

Cuando surgen problemas las personas intentamos solucionarlos: negarlos, saltárnoslos, evitarlos, postponerlos, disimularlos, disminuirlos, enfrentarlos, etc. Es difícil asegurar que alguna de las opciones es correcta 100% y las demás no lo son, pero hay muchos datos que avalan la utilidad de enfrentar, la cuestión es como enfrentar los problemas que nos surgen en las relaciones.

Me interesa en esta ocasión hablar de un modo de enfrentar los problemas que es la reconciliación. Se trata de un proceso muy útil en las parejas, aunque no es exclusivo de este campo y la psicología lo extiende a todos los ámbitos de relación.

Cuando los problemas que nos afectan se convierten en situaciones de mucha tensión, el tema por el que estamos enfrentándonos poco a poco va convirtiéndose en el protagonista, y la relación entre esas personas sufre por ello. En estos casos, toma el primer plano la necesidad dominante: dejar claras las posturas, de tener razón o de demostrar una norma, la compensación de una ofensa o una falta, la expresión de las emociones de frustración, rabia, impotencia, abandono, desilusión, etc.

Después de una «batalla» de este tipo, las relaciones pueden resultar muy afectadas, las personas hemos satisfecho la necesidad dominante pero el campo ha quedado quemado. En las parejas estas situaciones a veces llevan a crisis profundas, incluso a la separación. Las sensaciones que quedan son a menudo terribles, la decepción por haber llegado a ese punto convierte en un imposible la posterior relación con esa persona. Y, también a menudo, esta relación es muy necesaria, pueden haber negociaciones pendientes, hijos que educar y acompañar, bienes que hay que administrar, etc.

 

 

El proceso que debiera continuar a éste del enfrentar los problemas es el de reconcilarse. La reconciliación es mucho más que un acto «educado» o conveniente, no está un terreno moral o religioso, no se trata de un «paripé» de cara a conservar las formas, es un asunto de fondo. La reconciliación es el proceso mediante el cual las personas podemos volver a escucharnos, volver a tratarnos con respeto y volver a sentir confianza.

No se trata siempre de volver a la relación anterior, puede darse este caso y así resolver finalmente una crisis, pero en otros muchos casos ya nadie quiere volver a lo de antes, se ha perdido el interés en continuar la pareja, pero sigue siendo muy interesante conservar un contacto con la persona, o , como mínimo, despedirse con tranquilidad y sin tener que arrastrar un largo periodo de duelo complicado por unos sentimientos que se repiten una y otra vez y que no logran dejarnos saatisfechos. Sea la superación de una crisis, sea una separación, en cualquier caso vivir esas experiencias con tensión o con reconciliación hace muy diferente el asunto de que se trate.

La reconciliación es una técnica que produce unos efectos patentes, se necesita una figura con experiencia,  y que no esté involucrada en el problema en cuestión, un psicólogo, que es una mirada externa y desapasionada por los problemas que allí se tratan, pero con la suficiente sensibilidad y experiencia para ayudar a conducir la situación al fin que se pretende: un contacto eficiente entre las personas.