En efecto, todos venimos en un estado primordial, ideal, de plenitud, es el estado intrauterino, un lugar y un tiempo en el que todo está completo, nada hace falta, no existe siquiera la posibilidad de necesitar algo, todo está dado y disponible en el mismo momento en el que aparece el mínimo desequilibrio que requiere una regulación. En estas condiciones el SÍ es algo consustancial, no hay otra posibilidad. Al nacer, el bebé sigue con esa inercia y todo lo que los adultos hagamos con él será recibido, no tiene ningún poder para resistirse, es la estrategia de la evolución, lo contrario pondría en serio peligro la supervivencia. El primer matiz lo empezamos a vislumbrar con el llanto: una respuesta bastante indiscriminada, sirve para todo (cualquier desequilibrio se revela con él) y como contrapartida, no sirve para nada, no ofrece una resistencia adecuada, pero ya es una mínima definición de quién es el individuo y de qué quiere. Muy pronto el bebé aparta la cara hacia los lados cuando ya no quiere mamar más, es un reflejo (quizás más biológico que voluntario), pero señal de que algo empieza a empujar en ese pequeño, para poner claro que sabrá negarse. Ahora bien, el niño empieza a desarrollar una mínima autonomía, puede caminar, alcanzar lo que quiere, escapar, empieza a controlar sus esfínteres o a discriminar lo que come. Así, poco a poco, va descubriendo que puede negarse y que este acto, el "no", le afirma frente al otro, los padres por ejemplo. Una afirmación personal (a partir de la negación hacia el otro), que el niño desarrollará con intensidad en una etapa que suele ser bastante incómoda para los padres, cerca de los 2 años, ya que cualquier propuesta será recibida con un "no" contundente y exasperante.El ser humano accede automáticamente al "sí", su trabajo vital es la construcción del “no". Venimos al mundo muy indefensos y dependientes, el bebé que fuiste no tenía otra opción para sobrevivir que el SÍ.

Este momento es también tu momento: “llorar”, protestar, quejarse, para señalar que algo no está bien; apartarse cuando ya es suficiente o no queremos lo que se nos ofrece; explorar lo desconocido que hay justo en la frontera de la norma; desafiar lo que se espera o se recomienda; definirse frente al otro, mostrar lo que se es y lo que se tiene. Asumir riesgos. El poder del “no”.