El verano es sinónimo de temporada de descanso, de bajar el ritmo, de desconectar. O al menos, eso nos decimos. Pero a veces no ocurre. Porque aunque el cuerpo pare, la mente sigue enganchada… al móvil, a los avisos, a las redes, a todo lo que no podemos soltar.
Vivimos hiperconectados. Conectados al trabajo, a las vidas ajenas, a las expectativas. A la necesidad de mostrar que también estamos descansando, disfrutando, aprovechando. Y sin darnos cuenta, estamos sometidos a un estrés digital que nos agota sin saber muy bien por qué.
Responder rápido. Publicar algo. No desaparecer. No quedarse fuera. Ese ritmo que parecía laboral ahora también invade el tiempo libre. El descanso también se convierte en rendimiento. Y eso pasa factura.
El problema no es el móvil en sí. Es la relación que tenemos con él. Lo llevamos a todos lados, lo consultamos por impulso, e incluso podemos llegar a sentir ansiedad si no lo encontramos. Lo miramos cuando estamos con otras personas, cuando estamos solos, incluso cuando no hay nada que mirar. ¿Te ha pasado?
¡Así, la desconexión emocional se hace imposible! Estar hiperconectados nos desconecta de nuestro interior más a menudo de lo que debería.
Poner límites no es desconectarse del mundo. Es elegir cómo, cuándo y para qué conectarse. Es dejar de vivir al ritmo de las notificaciones. Es tomar las riendas y no permitir que sean los dispositivos los que nos dirijan a nosotros. Sienta bien aprender a parar sin tener que justificarse. Y cuando eso no podemos hacerlo solxs, si hay ansiedad, irritabilidad o culpa cuando intentamos frenar… es muy sano querer cambiarlo.
Si sientes que necesitas detener todo esto, pero no sabes cómo, estamos aquí para acompañarte a superarlo. Sin juicios y a tu ritmo.

Envíanos un WhatsApp