Llevo días notando algo. No es un cambio brusco, ni una revelación, pero sí una especie de empuje sutil. Como una brisa que me dice por dentro: es ahora.
Las calles están llenas de luz, la ropa se vuelve ligera, la gente parece moverse con más ganas. Y yo, que he pasado meses sintiéndome estancada, empiezo a sentir el cambio. No solo fuera. También dentro.
No sé exactamente qué ha cambiado, pero ya no quiero seguir donde estoy. No hablo de hacer grandes cosas ni de decisiones extremas. Solo de una semilla que empieza a moverse en mí. Una curiosidad, una necesidad de volver a mí, de entender por qué me siento como me siento, de mirar lo que hay sin miedo.
La primavera tiene eso. Nos recuerda que las cosas florecen, pero antes han estado enterradas. Que hay procesos invisibles que, poco a poco, acaban abriéndose paso. Y quizás este momento, este mes, este aire tibio… sea la señal que estaba esperando para iniciar un proceso de sanación.
No quiero hacerlo sola. No tengo por qué. Y está bien reconocerlo. Porque a veces hace falta alguien que camine a tu lado, que te ayude a poner palabras, que te escuche sin juicio, que te acompañe a descubrir lo que aún no sabes de ti.
Y ahora, sí. Lo noto. Es momento de empezar.
Si tú también sientes que algo se mueve dentro, podemos acompañarte a cuidarlo. Iniciar un proceso de sanación es un acto de valor, y no tienes que hacerlo sola/o. Estamos aquí con el fin de guiarte y apoyarte.