«Dicen que la distancia es el olvido». Esto era antes de que tuviéramos acceso a la tecnología. Asequible para la mayor parte de la gente, la tecnología ha cambiado el concepto de distancia.

En mi vida he realizado dos viajes de larga distancia. 

El primero fue en el 2007. Fui acompañado y, en aquel momento, las redes sociales no estaban tan en boga. Lo más habitual eran los correos electrónicos y el Messenger. En aquel lugar, de idioma difícil, conseguimos tener internet en el apartamento donde nos quedamos. Esto nos permitió mantener un contacto personal, íntimo y económico con nuestros amigos y familiares que por teléfono nos habría resultado imposible. Pudimos compartir las emociones de aquel viaje que iba a cambiar definitivamente nuestras vidas y la de nuestra familia. Cada noche escribíamos las vivencias del día, revisábamos las fotos y elegíamos las que íbamos a compartir. Contestábamos los correos electrónicos que recibíamos y volvíamos a emocionarnos reviviendo las experiencias intensas. Nos sentimos acompañados y queridos. El calor de algunos correos nos hacía sentir cercanía e incluso amor. Realmente fue una experiencia compartida que todavía hoy, al recordarla, me emociona.  

El otro viaje transoceánico lo hice solo, en septiembre del 2012. Mi suerte fue que allí me esperaba una amiga que me acompañó en cada momento, haciéndome sentir como en casa, aunque realmente el contacto que tenía con mi casa era por videoconferencia de Facebook. También pedí tener acceso a internet en el hotel, pero la conexión tenía una velocidad muy variable. Había una diferencia horaria de 8 horas, con lo cual los momentos de encuentro eran un poco extraños. Yo me despertaba a las 6 de la mañana, que era uno de los momentos que mejor funcionaba la conexión, y podía ver a mi familia, que acababa de comer. El sentimiento volvió a ser de acompañamiento, de recibir mucho cariño por parte de los míos. Además de las videoconferencias también colgaba alguna foto en el muro de Facebook; de esta manera muchos de mis amigos también tenían información de mi aventura y me mandaban mensajes de ánimo. Mi estancia fue muy agradable gracias a estos contactos. 

Estas son dos experiencias que me han servido para comprobar que los contactos en la red pueden estar llenos de sentimientos. En la distancia, por medio de una cámara web, se puede llegar a crear el clima de confianza y de apoyo necesario para poder realizar un trabajo terapéutico, una terapia gestáltica en línea.

Podemos utilizar la tecnología según nuestras necesidades, ella solo nos ofrece posibilidades y cada cual las utiliza según sus capacidades y deseos. 

Alguna de las críticas a las redes sociales, y en especial desde que el WhatsApp se ha establecido de manera generalizada en los teléfonos móviles, es que hay personas con muchos contactos con gente que está a gran distancia física y que, sin embargo, ignora o tiene poca relación con los que están a su lado. Resulta curioso ver una mesa con un grupo de personas que en lugar de hablar entre ellos están todos mirando al móvil. Quizá nos sorprende por la novedad, pero también podemos ver personas juntas cuyo tema de conversación es tan poco cercano como hablar de una serie de televisión o de lo que le ha pasado a algún famoso… Son diferentes maneras de estar juntos, la intimidad que tenemos la elegimos entre los que estamos en el campo de acción, intimamos más o menos dependiendo de nuestro interés y del apoyo que percibimos en cada situación. 

Para mucha gente las redes sociales son como un refugio donde esconderse, donde aparentemente se está conectado con mucha gente. Se tienen miles de amigos, puedes ver fotos con sus actividades, comentarios sobre cómo va el país, poemas, música, etc. Es como ver la vida desde la ventana. Es como el deseo de contacto que no tiene el suficiente apoyo para convertirse en un contacto real donde las emociones son la guía y la expresión viva de ese contacto. 

Las redes sociales pueden amortiguar el sentimiento de soledad de muchas personas y, al mismo tiempo, ofrecer la posibilidad de que estos contactos superfluos puedan llegar a contactos más auténticos e íntimos. «La soledad es el único sentimiento que, al compartirlo, desaparece». 

El camino hacia la intimidad en la relación pasa por varias etapas, desde el simple contacto de, por ejemplo, «hola» o «adiós», a contactos en los que nos interesan más los conocimientos del otro que el otro en sí mismo (por ejemplo, el típico caso de «¿tú que sabes de ordenadores me podrías ayudar a …?»), hasta contactos en que, si los implicados nos prestamos más atención, podemos llegar a compartir vivencias más íntimas. 

Internet, las redes sociales y WhatsApp son herramientas que cada uno elegimos cómo usar, y que nos posibilitan mantener las relaciones con la intimidad que queramos o podamos crear: desde relaciones superficiales hasta relaciones más íntimas, de confianza e incluso que pueden llegar a ser terapéuticas como en una terapia en línea.

Mi experiencia con la videoconferencia me ha servido para confiar y compartir las emociones de otras personas que están a mucha distancia y, por ello, valoro muy positivo el uso de la tecnología en favor del encuentro entre personas.