El Poder siempre es un tema que suscita muchas expectativas porque se trata de una de esas palabras que usamos indistintamente para referirnos a cosas que son muy diferentes.

 

Una de las primeras cuestiones que aparece al hablar de Poder es el tema de los abusos de poder. Es muy probable que en algún momento de la vida te hayas sentido víctima de un abuso de poder, de alguien o de alguna situación, pero que ha dado por resultado un sentimiento de impotencia (la cara inferior del poder), de bloqueo de tus posibilidades acompañado de otras emociones difíciles: miedo, rabia, confusión, depresión… ¡Es tan frecuente, desde que somos niños que nos veamos en estas situaciones en donde alguien gana y el otro pierde! En estas condiciones no es extraño que concluyamos que el Poder es malo, negativo, peligroso.

Esta dinámica cala hondo en la mayoría de las personas, la impresión de que existe algo que conquistar, algo que es escaso y que buscamos adquirir, retener, aumentar, etc.; es muy general y muy consistente: un objeto, un lugar en la fila del cine, un reconocimiento, un premio, un pago, un espacio con el otro, que me escuchen, una caricia, sexo, tener razón… Hay multitud de ocasiones, relaciones u objetos que estimulan la sensación de escasez, de insatisfacción, que es la que dispara los automatismos del poder.

Pero también utilizamos esta palabra cuando queremos referirnos a nuestra capacidad, habilidad o posibilidad,  lo que podríamos llamar Poder personal. Últimamente desarrollar estas capacidades es una idea expresada con el término inglés «empowerment» (castellanizado como empoderamiento), y consistiría en un trabajo personal para dar valor a las propias capacidades, resaltarlas, enfatizar lo que hay e incluso aprender nuevas capacidades. Al final el objetivo es encontrar el apoyo necesario para hacer valer las ideas, propuestas, opiniones, etc., frente a las de los demás. Algo así como negociar mejor en el contacto con otros, la influencia que tenemos En el campo grupal.

Ahora bien, este últimos factor, la influencia, podría ser un modo más preciso de hablar del poder, sin las connotaciones negativas que despierta. Sería el grado de importancia que las personas nos vamos dando unas a otras, dependiendo de la situación de que se trate, del tema en cuestión, de la urgencia, del momento, del tipo de interacción, etc. Esta forma de mirar el fenómeno es dinámica, adaptable, va cambiando debido a muchos factores que tiene que ver con las habilidades, necesidades, y, sobre todo, con las interacciones del momento presente.

Podemos seguir viendo el Poder como algo estable, externo, negativo, etc., o aceptarlo para nosotros mismos y para los demás como el resultado de un intercambio dinámico de experiencias y de posiciones. En el primer caso estamos abocados con seguridad a una dialéctica de opresor/oprimido, a los juegos de poder. En el segundo caso podemos abrir la posibilidad de la cooperación, de la flexibilidad, de una forma de relacionarnos más igualitaria.