¡¡¡Empieza la primavera!!!

Observo los árboles, al sol, así, sin más… sin hojas. Desnudos, sólo el esqueleto.

Desde mi ventana veo cómo estos árboles van dejando asomar pequeños brotes, como un hálito de vida que sale de la frialdad de su osamenta, y así la vida se abre paso del reposo a la acción.

El proceso sigue, la naturaleza no sabe del confinamiento. ¿El árbol se sabe en reposo y se conoce ahora despertando?

Cuando pongo la atención sobre algo, todo lo que está alrededor desaparece. Pero no estoy acostumbrada a concentrarme en mí misma. No se me ha educado a a mirarme a mí, por eso considero un arte cerrar los ojos y simplemente atenderme. Es la base del proceso de meditar.

Permanecer en el vacío de la nada que queda delante. Yo permanezco atrás y me dejo bucear en ese vacío y así estar en todo. Si lo consigo, los pensamientos cesan. Percibo las sensaciones de mi cuerpo, el latido de mi corazón… Meditación…

Aquí no hay confinamiento. Sólo soy. Siento esta realidad y no me evado con otras cosas que me pueden distraer. Puedo sentir cómo la primavera florece en mi cuerpo, cómo me descubro a mí misma. Atiendo mi propia existencia.

Esta indagación acaba de repente cuando aparece un pensamiento o un ruido, etc. Pero cuando me doy cuenta, vuelvo otra vez. Pongo la atención en mí, suavemente, igual que una mariposa se posa sobre una flor. Y ahí sólo aparece la sensación de existir.

Pongo la atención en quien soy, atiendo quién soy, no hay nada en qué pensar, porque yo ya soy. No necesito pensar quién soy yo para saber que existo. Puedo atenderme sin pensarme. Es una oportunidad para estar en contacto conmigo.

Cerrar los ojos y sentirse.

Conectar con lo que aparece, acogerlo, mirar desde dentro…. Ser, y ahí no hay separación, ni con la naturaleza ni con el resto del mundo.