Esta primavera que es invierno. Esta que se pelea con las nubes y la lluvia. Una estación nueva que nunca habíamos vivido, un parón en este tiempo que pensábamos que, por cíclico, no contemplaba la sorpresa. 

Caemos en un tiempo desconocido, que invita a recogerse hacia el interior. Montañas, playas, tormentas y sol. Todo se junta en nosotr*s, todos los estados en uno: la quietud. Que resulta que igual se mece e igual se mueve, que tiene su sonido y su virtud. Una quietud que invita al movimiento desde dentro, crear también es sobrevivir al día tras día tras día…

Vivirlo a veces, arrastrarlo otras, todo vale. Encontrar algo en él que nos haga felices en el momento, que nos haga exploradores de eso que se supone que ya conocemos. Felices de zapatillas de andar por casa e infusión. Renacientes en esta primavera que, por primera vez, parece ir justa de luz.

Otra luz emerge de otro lugar, lo importante no es su origen, me digo, lo que cuenta es la manera en que me alumbra, dando forma a mi sombra, recordándome que esto también pasará.